Ignorados en pandemia: Los huérfanos del Covid-19 en Chile
A inicios de 2020, Karen Figueroa, paramédico del Hospital Carlos van Buren, vivía junto a sus padres y sus tres hijos en el Cerro Barón de Valparaíso. Era una mujer de 40 años, activa, no fumaba ni tomaba, y nunca tuvo mayores complicaciones de salud, por lo que, a pesar de trabajar en primera línea, no sentía tanto temor por el recién llegado Covid-19. Todo esto cambió cuando se contagió a mediados de abril, y fue internada en el mismo hospital que la vio combatir el virus. Karen tuvo que dejar a sus dos hijos menores, Emilio de cinco y Renata de 12, a cargo de Hellen, su hija mayor, quien con 20 años asumió un rol inesperado. En esta familia no había más adultos que pudieran hacerse cargo: los abuelos maternos contrajeron la enfermedad al mismo tiempo que Karen.
“Estuve como 23 días sola con los niños. Me dejó con heridas emocionales súper grandes. Hasta estoy con psiquiatra, psicólogo, pastillas. Fue una tortura psicológica el proceso. Eran mis tres familiares graves, y yo sabía que en cualquier momento podían llamarme y decirme que se habían muerto”, cuenta Hellen.
Posterior a la muerte de su madre, Hellen sintió que su hermana “se fue hacia dentro”. No lloraba, no hablaba y solo se encerraba en su pieza. Emilio por otro lado, era mucho más pequeño que sus hermanas, aunque en un inicio no notó tanto lo que sucedía a su alrededor, no tardaron en llegar las pesadillas: “No podías despertarlo, o sea, de la nada empezaba a gritar: ¡mamá, mamá, mamá! Tú lo movías y tratabas de despertarlo, pero seguía inmerso en el sueño, y sudaba, parecía como una película de terror, como si le corriera agua por el cuerpo”, comentó su hermana.
“Estuve como 23 días sola con los niños. Me dejó con heridas emocionales súper grandes. Hasta estoy con psiquiatra, psicólogo, pastillas. Fue una tortura psicológica el proceso. Eran mis tres familiares graves, y yo sabía que en cualquier momento podían llamarme y decirme que se habían muerto”, cuenta Hellen.
UNICEF, organismo internacional cuyo fin es la protección de la infancia a nivel global, define a un huérfano como “un niño o niña que ha perdido uno o ambos padres”. Al igual que Renata y Emilio, podrían ser miles los niños, niñas y adolescentes en Chile que han sufrido la pérdida de uno de sus padres y/o tutor debido al Covid-19, quedando en situación de orfandad en medio de la pandemia y el confinamiento. Sin embargo, ese número, a diferencia de otros países americanos, todavía es desconocido.
La ausencia de cifras oficiales en Chile
Hasta el 9 de julio de 2021, el número de fallecidos a causa del Covid-19 en Chile ascendía a 33.636, según el Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS), dependiente del Ministerio de Salud (Minsal). La posibilidad de que entre estos miles de fallecidos se encontraran padres, madres y/o tutores de niños, niñas y adolescentes (NNA) es alta, según asegura el diputado Alejandro Bernales (PL), quien fue el primero en poner atención al asunto luego de que el 6 de julio publicara un Tweet comunicando el caso de tres hermanos que quedaron huérfanos a causa del Covid-19 en Chiloé.
Los niños de seis, 12 y 14 años habían perdido a su padre en junio, y un mes después, el 4 de julio, falleció su madre a causa del virus. A raíz de esto, el diputado Bernales junto a la Defensoría de la Niñez solicitaron al Gobierno que levante un catastro con cifras e información acerca de los NNA que han perdido a un padre o madre debido al virus.
Hasta ahora, la cifra oficial es desconocida. Sin embargo, este número se esconde entre los certificados de defunción que almacena el DEIS y los de nacimiento que guarda el Registro Civil. Según explicó Carlos Sans, jefe del DEIS, el 7 de octubre de 2020 en la Comisión Acusación Constitucional exministro Mañalich de la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile, al fallecer una persona por cualquier motivo, el médico extiende un certificado de defunción que entrega una descripción sobre las causas de muerte. Luego, el familiar debe realizar la inscripción del deceso en el Registro Civil, en donde se genera un registro único que queda almacenado en la base de datos de ese organismo.
Posteriormente, el certificado médico de defunción es enviado físicamente al DEIS, para ser chequeado y codificado con otras bases de datos que complementan la información, generando la causa básica de muerte de la persona. En ningún apartado del certificado médico de defunción se registra si el fallecido era padre o madre de un menor de edad al momento de morir. Por lo tanto, la única forma de conseguir ese dato sería cruzando los certificados de defunción con los certificados de nacimiento.
Para este reportaje, se ingresaron múltiples solicitudes de acceso a la información al Ministerio de Salud y el Registro Civil, los dos organismos que podrían conocer con exactitud el estado de situación de la orfandad en Chile en medio de la pandemia.
En junio de 2021, se solicitó al Registro Civil la cantidad de padres y madres que tenían hijos o hijas menores de 18 años y fallecieron, por cualquier causa, entre el 3 de marzo de 2020 y el 7 de junio de 2021. Paralelamente, se solicitó el mismo dato, con un año de diferencia, desde el 1 de diciembre de 2018 hasta el 1 de marzo de 2020.
Según el Registro Civil, en el periodo de pandemia solicitado, 10.852 padres y/o madres murieron teniendo hijos menores de edad, 1.894 más que en los dos años sin pandemia. Este número, aunque impreciso ya que no incluye la causa de muerte ni el número de hijos, es un indicador de que podrían haber cerca de dos mil NNA que quedaron sin un padre o madre debido al virus.
El diputado Alejandro Bernales también intentó obtener cifras oficiales. El 7 de julio se puso en contacto con la subsecretaria de la Niñez, Blanquita Honorato, a raíz de la solicitud que hizo al Gobierno para crear un catastro. En esa conversación, Honorato le contó que en el país habría preliminarmente 1.400 NNA que han perdido a un padre o madre debido al Covid-19, y de ese número, 283 casos habrían perdido a ambos progenitores.
“Yo entiendo que ellos estaban complicados con encontrarnos los números. Como levantamos el punto de que no había datos, ellos rápidamente corrieron a buscarlos, entonces nos entregaron eso como para no decir que no hay datos, o sea, ya existen cifras preliminares, porque no tener datos es bastante peligroso”, asegura el diputado Bernales.
Según Blanquita Honorato, subsecretaria de la Niñez, organismo a cargo de la formulación de políticas públicas para la infancia, solicitaron esta cifra hace varios meses y aún no obtienen el número oficial. “Pedimos los datos para poder ver cuál es la magnitud de estos niños. Por ahora los estamos incluyendo en lo que existe [programas de apoyo], pero también tenemos que ver cuántos niños son, dónde están, cuáles son sus características. Esa información todavía no la tenemos oficialmente”, comenta la subsecretaria.
Se solicitó una entrevista formal a la Subsecretaría de Salud Pública para conversar con el jefe del DEIS, Carlos Sans, la cual fue rechazada debido a que por “la alta demanda comunicacional no están aceptando todas las solicitudes”. En tanto, a partir del caso de los tres hermanos en Chiloé, la ministra de Desarrollo Social y Familia, Karla Rubilar, aseguró al diario El Llanquihue el 9 de julio que se implementará una mesa de trabajo nacional para visibilizar la muerte por Covid-19 de padres y madres.
“Yo entiendo que ellos estaban complicados con encontrarnos los números. Como levantamos el punto de que no había datos, ellos rápidamente corrieron a buscarlos, entonces nos entregaron eso como para no decir que no hay datos, o sea, ya existen cifras preliminares, porque no tener datos es bastante peligroso”, asegura el diputado Bernales.
Duelo pandémico: encierro y vulnerabilidad
Felipe tiene nueve años y es el mayor de tres hermanos. Vive junto a su familia en Quilpué, en el sector de El Belloto. Hasta antes de la pandemia, tenía una vida bastante común: su padre trabajaba en el norte, por lo que pasaba algunas semanas con él y otras no. Sus días consistían en ir al colegio y estar mucho tiempo con su mamá y hermanos pequeños. Algunos fines de semana, su mamá los llevaba a todos a Viña del Mar para disfrutar las tardes con su abuela paterna.
A principios de abril de 2020, María, madre de Felipe, comenzó a sentir dolores en el cuerpo y le salían moretones en la piel, por lo que fue al hospital en busca de una respuesta. Después de una ronda de exámenes le diagnosticaron leucemia, por lo que la internaron inmediatamente en el Hospital Gustavo Fricke. Fue ahí donde se contagió de Covid-19.
Con el paso de las semanas, en una de las visitas que realizó Alan, antes de saber que su esposa tenía el virus, se contagió. Tuvo que iniciar su cuarentena en la casa de su madre, aislado de sus hijos. Finalmente, el estado de salud de María empeoró y el 12 de junio, a los tres días de ver por última vez a su esposo, falleció.
La Subsecretaría de Salud Pública señala a través del Protocolo de funerales en contexto de pandemia por Covid-19, que cuando una persona fallece -ya sea por Covid-19 u otra razón- hay ciertos resguardos que se deben tomar para evitar aglomeraciones y contagios. Entre ellos se menciona que la ceremonia debe durar no más de 90 minutos y pueden asistir a ella un máximo de 20 personas.
Debido al contacto estrecho que tuvo al despedirse de su esposa, Alan estaba contagiado y confinado, por lo que sus hijos asistieron al funeral de su madre de la mano de su abuela. Lo que vendría después, según comenta Alan, sería lo más doloroso: “Ellos me hablaban desde la puerta, que querían abrazarme, que los abrazara, que me extrañaban, que querían estar conmigo y yo no podía. A veces me costaba hablarles porque yo estaba peor que ellos. La situación que estábamos viviendo en ese momento y no poder abrazar a tus hijos, es un dolor muy grande, es lo que más necesitaba”, comentó.
El caso de Hellen Fábrega fue similar: no hubo misa, y no se pudo despedir de su madre como hubiera querido. “Sentía que todavía estaba viva porque yo no vi su cuerpo muerto. Cuando la metieron al nicho yo me volví como loca, gritaba que se iba a ahogar, que no la metieran ahí”, comenta mientras trata de aguantar las lágrimas.
Gabriela Guzmán, psicóloga especialista en duelo, asegura que los rituales de despedida permiten que la experiencia de pérdida sea más fácil de aceptar, especialmente para los niños y niñas: “No tener eso genera que esa sensación de incredulidad que se da en el duelo sea mayor, porque no tuve esa oportunidad de despedirme. Entonces que un niño no lo tenga puede generar una mayor dificultad a la hora de empezar a aceptar que papá, mamá o cuidador no está”.
Al respecto, desde la Mesa Social Salud Mental y Bienestar Psicosocial, de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica, prepararon un manual llamado Recomendaciones y guías de acompañamiento frente a duelos por Covid-19, donde enfatizan en las consecuencias de un duelo mal tratado: “Si las experiencias de dolor y sufrimiento no se realizan en forma adecuada y oportuna pueden tener un carácter traumático y generar efectos negativos a mediano y largo plazo en la familia y también en la comunidad”.
No obstante, en tiempos de pandemia, no solo el confinamiento agrava la pérdida. Según la encuesta CASEN, del 2017 al 2020 ha habido un aumento de 2,2 puntos porcentuales de pobreza en Chile, sobrepasando los dos millones de personas. Es el caso de Viviana Jara, quien vive en Cerrillos y es madre de dos niños, Sofía de 16, y Diego, de cuatro años. Su esposo Patricio Baeza trabajaba como chofer de buses y era el único que traía ingresos a su familia. Pagaba mensualmente 200 mil pesos de arriendo, la alimentación de cuatro personas, la salud privada de sus hijos, la educación y todos los otros gastos de la vida cotidiana.
“No tener eso genera que esa sensación de incredulidad que se da en el duelo sea mayor, porque no tuve esa oportunidad de despedirme. Entonces que un niño no lo tenga puede generar una mayor dificultad a la hora de empezar a aceptar que papá, mamá o cuidador no está”.
Tenía 46 cuando falleció en abril de este año. Se contagió de Covid-19 y fue ingresado en el Hospital El Carmen, en la comuna de Maipú, donde permaneció hospitalizado tres semanas antes de morir por un paro cardíaco, causado indirectamente por el virus.
La pandemia, sumado al fallecimiento de Patricio, ha afectado económicamente a la familia. Viviana cuenta que ha tenido que dejar de lado algunas necesidades para cubrir otras, lo que le genera incertidumbre sobre su futuro: “Tengo que reducir los gastos. Mi hermana me pasa la plata del arriendo y de los gastos de los niños, especialmente de él (apuntando a Diego) porque usa pañales todavía. No me está tomando leche, le tuve que vender algunas de las que entrega el consultorio para poder tener plata porque ¿o sino de dónde?”, comenta.
En el caso de Alan, el fallecimiento de su esposa también ha significado una disminución de ingresos importante, ya que, al no querer estar lejos de sus hijos, optó por renunciar a su empleo en el norte y buscar uno cerca de su hogar. La precariedad laboral le obliga a tener tres trabajos al mismo tiempo. “Hay que sobrevivir”, asegura.
“María era súper joven, nunca nos imaginamos que podría ocurrir algo así. Uno queda prácticamente desbancado, y sumarle los gastos que conlleva el psicólogo es muy pesado. Sí sería bueno tener un apoyo estatal en ese sentido”, expresa Alan.
La necesidad de un registro
Álvaro Pallamares es psicólogo y director de América por la Infancia, una organización con sede en Chile y México, que tiene el objetivo de promover un mejor desarrollo de NNA con especial dedicación en los grupos más vulnerables. Pallamares afirma que es fundamental tener datos para demostrar que existe una necesidad y se empiecen a tomar decisiones de presupuesto. “Con esta información se podrían tomar medidas, como la creación de programas de reparación que cuenten con el personal idóneo, capacitado y entrenado para facilitar procesos reparatorios, que logren identificar a los niños vulnerables y darles seguimiento”, comenta.
En Chile, las políticas públicas que afectan a niños, niñas y adolescentes están a cargo del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, particularmente, de la Subsecretaría de la Niñez. Según la Ley Nº 2.190, está dentro de sus facultades “impulsar acciones de difusión, capacitación o sensibilización destinadas a la prevención de la vulneración de los derechos de los niños y a su promoción o protección integral”. Se solicitó por Transparencia a la Subsecretaría cualquier tipo de información o documentación que dé cuenta del trabajo desarrollado por el organismo en torno a esta materia. La respuesta del organismo, entregada el 27 de mayo, fue negativa: “No contamos con documentación que contenga en específico lo solicitado”.
El 9 de julio de 2021, el Gobierno de Chile anunció la creación de una mesa de trabajo. No obstante, hasta la fecha de publicación de este reportaje, no ha implementado ningún tipo de medida que apunte específicamente a los niños, niñas y adolescentes que debido al Covid-19 perdieron a un padre, madre y/o tutor. Solo el programa Chile Crece Contigo, perteneciente al Ministerio del Desarrollo Social y Familia, ha puesto a disposición pública un documento llamado, ¿Cómo apoyar a niños, niñas y adolescentes ante la muerte de un ser querido por Coronavirus (Covid-19)?. En este documento se entregan sugerencias para comunicar a un niño o niña la muerte por el virus, anticipando las posibles reacciones y detallando cómo despedirse del ser querido.
Según Janet Leguas, jefa del Departamento de Chile Crece Contigo en la Subsecretaría de la Niñez, se dieron cuenta que este documento era necesario porque empezaron a ver cómo aumentaba el número de familias afectadas por fallecimientos y niños a los que explicarles la situación: “A través de nuestras redes sociales y página web, recogimos consultas donde nos indicaban que no sabían cómo explicarles la muerte de un familiar cercano. Era un tema recurrente, un tema en el que estábamos al debe”.
Además, aseguró que desde Chile Crece Contigo, no ha surgido la necesidad de obtener la cifra exacta de los NNA que perdieron a un padre o madre producto del virus. “Si en algún momento lo requiriéramos para realizar algún tipo de intervención específica para esa población, podríamos solicitarlo”, comenta Leguas.
Tanto la subsecretaria, Blanquita Honorato, como Leguas, señalaron varios programas, manuales y documentos para que niños, niñas y adolescentes enfrenten las consecuencias para la salud mental en tiempos de pandemia, de los cuales, ninguno fue creado específicamente para quienes han perdido a sus padres o tutores a causa de la pandemia.
Las cifras de orfandad en el mundo
En países de América, expertos y expertas en materia de infancia han puesto atención a la situación de orfandad que está dejando la pandemia del Covid-19. Desde julio de 2020, diversos medios internacionales han abordado esta arista de la crisis sanitaria.
En Estados Unidos, Rachel Kidman, epidemióloga cuyos estudios se enfocan en infancia, realizó una investigación publicada en la revista médica JAMA Pediatrics, titulada Estimaciones y proyecciones de Covid-19 y muerte de los padres en los EE. UU. En esta investigación, Kidman concluye que hasta febrero de 2021, cerca de 40 mil niños, niñas y adolescentes habían perdido al menos a uno de sus padres debido a Covid-19.
“No hay los mismos sistemas de apoyo disponibles en este momento, y la presión económica es extrema. Se necesitan amplias reformas nacionales para proteger a estos niños. Los niños que han perdido a sus padres por o durante la pandemia de Covid-19 necesitan apoyo ahora”, asegura la epidemióloga.
Desde Chile Crece Contigo, no ha surgido la necesidad de obtener la cifra exacta de los NNA que perdieron a un padre o madre producto del virus. “Si en algún momento lo requiriéramos para realizar algún tipo de intervención específica para esa población, podríamos solicitarlo”, comenta Leguas.
En México, por los pasillos del Hospital General Ajusco Medio ubicado en Ciudad de México, camina diariamente por el sector de neonatología la pediatra Ariadna López. Antes de la pandemia se dedicaba a ver a los recién nacidos, pero por el virus, el hospital fue reconvertido en su totalidad a pacientes con Covid-19. Comenta que hubo un fenómeno curioso. Le llamó la atención que, de los pocos niños que tenían a su cuidado, ya que sus madres estaban hospitalizadas, había una mayor cantidad de huérfanos que antes.
Su observación terminó siendo la inspiración del foro que realizó el Senado de México en abril de 2021: Problemática bio-psico-social infantil, derivada de la orfandad por la pandemia de Covid-19. En él, el Instituto Nacional de Salud Pública estimó que hay alrededor de 37 mil NNA huérfanos de padre y 24 mil de madre. La pediatra comenta la necesidad de crear una registro de NNA en situación de orfandad a raíz de la pandemia: “Yo creo que es un problema que necesariamente debe expresarse en números, porque en consecuencia, se podrán hacer propuestas mucho más concretas y con mayor probabilidad de éxito”.
En Brasil, según información entregada por el Senado Federal, distintos actores vinculados a la gestión de la crisis sanitaria se reunieron con el Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, representantes de UNICEF, especialistas e investigadores para debatir la situación de niños, niñas y adolescentes huérfanos por Covid-19. En esta reunión, el Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA) indicó que son 45 mil los NNA que perdieron a padre y madre debido a la pandemia. Por esta razón, desde el pasado 31 de mayo, la Cámara de Diputados se encuentra tramitando un proyecto de ley que crea el Programa Nacional de Apoyo Social y Psicológico (Pronasp), dirigido a niños, niñas y adolescentes huérfanos por el Covid-19.
En el caso de Perú y Paraguay también se ha puesto énfasis al problema de la orfandad, entregando ayuda económica en el caso del primero, y habilitando una plataforma de registro para los NNA en el segundo. Mientras que, en Chile, solo la reciente historia de tres hermanos en la comuna de Quinchao logró poner la orfandad sobre la mesa del Gobierno. Hoy miércoles 14 de julio se reunirá por primera vez el diputado Alejandro Bernales, la Subsecretaría de la Niñez, UNICEF y la Defensoría de la Niñez para evaluar cómo abordar esta arista de la crisis sanitaria de forma específica.
Termina la conversación sonriéndole a la cámara de su computador. Cuando falleció su madre pensó que nunca más se reiría ni disfrutaría de algo, pero sus hermanos son el motor que la mueve cada día. “Si ellos no estuvieran sé que yo no hubiese seguido viviendo, me hubiese ido con mi mamá. Pero estaban mis hermanos y veo un futuro por ellos. Ahora estoy bien, si ellos están bien yo estoy bien”, concluye.
¿Quién me ayuda si fallece mi padre, madre y/o tutor legal por Covid-19?
El Ministerio del Trabajo y Previsión Social, a través de la Ley Nº 16.744 sobre accidentes de trabajo y enfermedades laborales, señala que solo habrá coberturas médicas y económicas cuando se pueda establecer que la enfermedad fue de origen laboral.
Dagmar Salazar, abogada y profesora de derecho procesal laboral en la Pontificia Universidad Católica, explica que en los casos de Covid-19 es complejo demostrar el lugar del contagio. “¿Puedo probar que la única posibilidad de contagio fue su trabajo? Porque eso es lo que tengo que probar. Eso quiere decir que la persona no se subía a la micro, o que todo su entorno jamás salía, o que nunca fue a comprar. Es complicado, es como probar que la tierra es plana”, comenta con ironía.
“Si ellos no estuvieran sé que yo no hubiese seguido viviendo, me hubiese ido con mi mamá. Pero estaban mis hermanos y veo un futuro por ellos. Ahora estoy bien, si ellos están bien yo estoy bien”, concluye.
Cuando una persona fallece, el hijo o hija tiene dos posibles prestaciones económicas, ambas reguladas por la Ley Nº 16.744: la Pensión de Orfandad del Instituto de Seguridad Laboral (ISL), y el Seguro de Invalidez y Sobrevivencia (SIS) de la Superintendencia de Pensiones (SP).
La Pensión de Orfandad se da una vez que se logra establecer que la trazabilidad del contagio fue de origen laboral. Es un monto de dinero que se paga mensualmente a los hijos o hijas, menores de 18 años, y corresponde al 20% de la pensión básica de la víctima. Este dinero es parte de las cotizaciones que se descuentan al trabajador mensualmente por contrato. Por otro lado, la Pensión de Sobrevivencia del SIS determina que los familiares del fallecido tienen derecho a recibir un monto de dinero mensual que consiste en un porcentaje de la pensión del afiliado. A los hijos e hijas les corresponde el 15%.
Según un Informe de la Superintendencia de Pensiones publicado en abril de este año, la pensión total promedio de vejez de una persona es de $322.370. En una situación hipotética, donde fallece un padre o madre que tiene esta pensión, su hijo o hija recibiría mensualmente $64.407 con la Pensión de Orfandad, y $48.305 con la Pensión de Sobrevivencia.
Además, el 1 de junio de este año se publicó la Ley Nº 21.342 que crea el nuevo Seguro Obligatorio Covid-19 en favor de los trabajadores dependientes del sector privado con contratos sujetos al Código del Trabajo, y que estén en actividad presencial o semipresencial, dejando fuera a quienes hagan teletrabajo de manera exclusiva. Contempla una indemnización de 180 UF -cerca de cinco millones de pesos- en caso de fallecimiento del asegurado ocurrido durante el periodo de vigencia de la póliza, cuando la causa básica de defunción sea el virus. Los beneficiarios serán el o la cónyuge, los hijos mayores y menores de edad, los padres del fallecido, o quienes acrediten ser herederos.
Tanto las pensiones como el Seguro Obligatorio Covid-19 son solo para trabajadores formales. El Boletín Estadístico: Informalidad Laboral del Instituto Nacional de Estadísticas, estima que en el trimestre enero- marzo de 2021, la tasa de ocupación informal fue del 26,7%, lo que significa que dos millones 174 mil personas no cuentan con ningún beneficio para proteger a sus familias en caso de muerte.
Según un Informe de la Superintendencia de Pensiones publicado en abril de este año, la pensión total promedio de vejez de una persona es de $322.370. En una situación hipotética, donde fallece un padre o madre que tiene esta pensión, su hijo o hija recibiría mensualmente $64.407 con la Pensión de Orfandad, y $48.305 con la Pensión de Sobrevivencia.
Respecto a la posibilidad de que se cree un seguro o algún tipo de ayuda económica enfocada en los informales, el Subsecretario de Previsión Social, Pedro Pizarro, comenta que “no está contemplado”, ya que implicaría que sea el mismo trabajador o trabajadora quien contrate un seguro.
*Todos los nombres de niños, niñas y adolescentes mencionados en este reportaje han sido cambiados para resguardar su identidad.
*Este reportaje fue realizado por las estudiantes Gabriela Méndez y Josefa Zepeda, en la sección de la profesora Catalina Gaete del curso Taller de Periodismo Avanzado de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile.